Alejandrajulio 6, 2021
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5min1005
 Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

En la Argentina, el sector de la construcción se caracteriza por presentar retrasos frecuentes en los plazos, excesos presupuestarios y problemas para mantener la calidad. La ejecución del proceso de construcción, donde la logística cobra relevancia, deviene en una tarea compleja. Cada obra requiere instalaciones técnicas, de almacenamiento y operativas. Los métodos tradicionales de gestión asociados con la planificación suelen mostrar sus deficiencias durante el período de construcción, básicamente, porque no implican la introducción de mejoras en el proceso. Los desvíos en el plazo de finalización del proyecto impactan directamente en su costo. Existen dos grandes grupos de causas por las cuales se atrasan los proyectos:

 

  • Inputs:
  • La definición del alcance es ambigua o poco clara.
  • Planificación deficiente (incompleta o porque plantea expectativas irreales).
  • Falta de gestión en entornos de alta incertidumbre.
  • Modificaciones en el proyecto.
  • Ineficiente gestión de abastecimiento.
  • Habilidades blandas.
  • Equipos de trabajo no motivados.
  • Fallas de comunicación.
  • Cliente inexistente.
  • Bajos niveles de compromiso y colaboración.

La filosofía Lean Construction (LC) propone comprender el proceso constructivo desde tres puntos de vista: La transformación, el flujo y el valor. La transformación comprende la conversión de los materiales en productos terminados o intermedios. El flujo reconoce que para que suceda la transformación es necesario que los materiales y la información fluyan a través de otras instancias de transporte, inspección y espera. Todas las instancias de la producción consumen recursos, esfuerzos y tiempo, pero la única capaz de generar valor al producto final es la transformación. Pese a ello, las mediciones indican que la mayor parte del tiempo y los recursos de un proyecto permanecen destinados a instancias incapaces de agregar valor. Se definen entonces 10 tipos de pérdidas:

 

  1. Defectos. El producto contiene errores, requiere retrabajo o no está construido como fue diseñado.
  2. Sobreproducción. Implica mayor cantidad de trabajo respecto del solicitado, o bien, en el momento equivocado.
  3. Espera. Cuando personas, equipamiento o materiales esperan a otros procesos o trabajadores para iniciar o finalizar una actividad.
  4. Sobreprocesos. Cuando se diseñan pasos innecesarios o extras incapaces de sumar valor.
  5. Movimientos. Movimientos innecesarios de los trabajadores durante su trabajo.
  6. Transporte. Movimiento interno innecesario de los recursos en la obra.
  7. Inventario. Materiales que no están siendo utilizados.
  8. Tiempo. Tiempos muertos, descansos excesivos, demoras en recibir información.
  9. Personas. Accidentes, ausentismo, rotación, disponibilidad de mano de obra calificada.
  10. Papeleo. Burocracia, controles excesivos, procedimientos poco claros.

 

Se debe considerar como pérdida a todo lo distinto a la cantidad mínima de equipos, materiales y tiempo laboral esenciales para la producción. Muchas de esas categorías no suelen medirse dentro de la obra, por lo tanto, resultan ser invisibles dentro de los sistemas de control tradicionales. No se miden principalmente porque no forman parte del proceso de transformación, por ende, no se toma en cuenta la optimización de los flujos a verificar por parte de los materiales para lograr obtener el producto final.


Alejandrajunio 23, 2021
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4min531
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Un proyecto bien documentado es aquel que permite ser ejecutado por su autor o cualquier profesional competente en la materia. Frecuentemente, los límites entre sus etapas se encuentran marcadas por el ritmo del comitente, pero nunca deben dejar de ser guiadas por el profesional, a fin de evitar retrasos, grandes correcciones “sobre la marcha” y pérdidas considerables de tiempo y dinero. También, resulta fundamental para el profesional, estudiar las ventajas y desventajas -legales y prácticas- de abordar un proyecto, analizando con antelación las pautas a las cuales deberá adaptarse, sin caer en burocracias que pongan en riesgo su carácter como profesional. El conocimiento previo del cliente, facilita muchas de las decisiones sobre cuestiones estéticas y funcionales del proyecto. Retiros, paletas cromáticas y de materialidad, alturas, ubicación de ciertos elementos para que sean “invisibles”, muchas veces, convierte al proyecto en un verdadero desafío, obligando al proceso en un ir y venir de correcciones y cambios que no siempre implican mejoras.

La autoría del proyecto, cuando uno recorre urbanizaciones privadas, muchas veces se ve cuestionada por la innegable similitud entre las propiedades. Sin ir más lejos, antes de la colocación de los revestimientos, podría predecir que cualquier vivienda terminaría pareciéndose mucho a sus vecinas. Serán entonces materias a revisar el plagio, voluntario o no, fomentado por el cliente que muchas veces quiere “aquella casa, pero mejor” o por el profesional limitado ante las directivas aplicadas sobre el lote..

Quizá, como un recuerdo a la época del Art-decó en Buenos Aires, donde cada edificio respetaba los lineamientos de las grandes avenidas, pero dando sus toques distintivos, el desafío en este tipo de proyectos radique en apuntar la mirada sobre lo que realmente hace la diferencia, y eso es, la completitud del proyecto, la prolijidad del anteproyecto y la dedicación sobre los croquis -o renders- donde  se estima el más puro espíritu de todo el proceso.

Dice Morató en su ensayo “La nueva sociología de las artes: Una perspectiva hispanohablante y global”: “[…] el croquis a mano del arquitecto no constituye el punto de partida del proceso, sino que es un momento más”. La realización del croquis no apunta a capturar un momento de inspiración originario, […] sino que es una forma de firmar la entrega, de señalarle al jurado que no se trata de un proyecto más de vviienda, sino de uno al que se le dedicó atención especial.” (2017)

El croquis indica que el arquitecto no sólo visitó el lugar, sino que además “pensó con el croquis”. Al “croquear”, uno no ilustra, sino que permanece obligado a pensar, a ponerse en el lugar. Lo relevante no es que el croquis se haga al comienzo, a la mitad o al final del proceso de diseño, sino destacar la capacidad del mismo para poner en evidencia la necesidad de tomar ciertas decisiones. El croquis no miente. Esa inmediatez del esquicio funciona como un elemento más de prueba de la necesidad y evidencia del diseño propuesto.


Alejandrajunio 14, 2021
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7min623
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Cita el Decreto-Ley 7887/55, con Jurisdicción Nacional, que proyecto es “[…] el conjunto de elementos gráficos y escritos que definen con precisión el carácter y la finalidad de la obra y permiten ejecutarla bajo la dirección de un profesional”. Contendrá todos aquellos planos generales, incluyendo plantas y elevaciones principales o acotadas, de carácter puramente técnico en cuanto a simbología y básicas en relación a su rápida interpretación durante la ejecución de todas sus estructuras e instalaciones. Abarca planos generales y pliegos de detalle, con todas las especificaciones y planillas correspondientes, acompañado de presupuestos, contratos o pliegos de condiciones, llamados a licitación cuando sea el caso y estudio de propuestas. En pocas palabras, se trata de una documentación que sienta decisiones tomadas sobre todos los aspectos que hacen a la obra tal y como se llevará a cabo. Si quisiéramos ahondar en estas definiciones, el Art. 3 del Decreto Provincial 6964/65, nos habla del “[…] conjunto de elementos gráficos y escritos que definen con precisión el carácter y finalidad de la obra y permite solicitar la aprobación de las autoridades respectivas, licitar, cotizar y adjudicar, dirigir y ejecutar la obra, e involucra:

 

Planos generales: Plantas, cortes y vistas. Ubicación de las instalaciones, máquinas, conductores, plantaciones y demás accesorios. Son los documentos básicos para la ejecución de estructuras e instalaciones.

Planos complementarios: Todos aquellos planos de conjunto y de detalle, ya sea estructuras, instalaciones, elementos constructivos, planillas, etc.

Pliego de condiciones: Contiene y determina las cláusulas y condiciones que regirán los distintos trabajos que intervengan en el proyecto.

Memoria descriptiva: Incluye toda aquella información técnica que amerite ser documentada.

Cómputo métrico: Todos aquellos cálculos surgidos de los planos generales y complementarios, a fin de cuantificar la obra y sus elementos integrantes.

Presupuesto detallado: A partir del cómputo métrico, arribará a un costo anticipado de la obra.

Estudio de propuestas: Es la revisión y verificación de las propuestas ofertadas para la ejecución de la obra, incluyendo toda documentación respaldatoria gráfica, escrita o verbal que se deba suministrar para facilitar la adjudicación de dichas propuestas.

Documentación para actuaciones oficiales: Todos aquellos elementos que el comitente requiera para llevar a cabo las aprobaciones pertinentes, tanto en entes privados como públicos, municipalidad, etc.”

Queda claro, entonces, que cuando hablamos de proyecto se trata de un proceso de composición, donde empezamos por aquellos elementos flexibles, amigables al ojo de aquel “que no es del palo” y que resultan claves para la toma de decisiones. Decisiones que deben ser guiadas por el profesional, pero demostradas en un soporte que lo prescinda como tal, que le dé lugar al cliente de expresar también su punto de vista. Al final de cuentas, nuestro aporte profesional sólo es eso, un aporte -fundamental, claro- pero quien habitará el edificio no seremos nosotros. Los croquis deben hablar por sí mismos. Luego pasaremos a afinar el lápiz, a pasar a lo técnico sin excluir por completo al comitente, será misión del anteproyecto que este último comprenda las elecciones propuestas, sus fundamentos y termine de cerrar la idea, dejándola lista para su ejecución. En dicha ejecución, o para ella, se buscará tener el ojo más crítico y técnico posible, el más detallista y completo, capaz de no dejar aspecto alguno librado al azar, capaz de poder prever en su máxima posibilidad los costos, plazos y beneficios del proyecto. Un aspecto fundamental para tener en cuenta en esta última etapa es que cuando hablamos de proyecto, no debemos perder de vista que siempre hablamos de documentos, pliegos, contratos. En resumen, papeles. Allí entra en juego un punto clave: La responsabilidad del proyectista como autor de su obra. Casi como si fuera a enfrentarse a un jurado anónimo, es imprescindible que el proyecto se encuentre completo y sea claro para todos sus intervinientes: Desde el sanitarista, hasta el director de obra, el marmolero y ni hablar del cliente. Las horas que demande el proyecto valdrán en moneda, puesto que es la etapa de mayor peso dentro del proceso completo de la obra a construir. Finalmente, en la materialización, entran en juego otras estrategias las cuales facilitan la dirección y ejecución. Tales son los planos específicos a cada gremio, donde las plantas son “limpiadas” a fin de permitir una rápida lectura y entendimiento con el contratado, evitando distracciones y eventuales errores por verse información superpuesta a otra que no es necesaria en ese preciso momento. A su vez, el proyecto no es un ente estático, por ende, siempre debe ser considerado viable de correcciones, modificaciones -en ocasiones provenientes del cliente- y mejoras.


Alejandramayo 27, 2021
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9min591

Por el Arq. Gustavo Di Costa

Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Esta etapa dentro de un proyecto suele ser confusa en cuanto a límites refiere. Dónde acaban los detalles de un croquis sin convertirse en un anteproyecto y hasta cuántos planos se deben desarrollar para no caer en un proyecto completo. Es difícil definir cuánto más se debe trabajar sobre los croquis y cuánto menos debemos excedernos sobre el proyecto. Para comenzar, se seleccionaron tres fuentes de información distintas, todas al alcance de profesionales y personas ajenas al rubro, aunque no menos curiosas a la hora de defender sus intereses y empujar un poquito más allá la línea de la documentación que el profesional entregue. La primera surge de un blog de arquitectura, que, sin caer en Wikipedia, nos permite adentrarnos en un listado de planos a realizar durante el anteproyecto en terminologías sencillas y de fácil comprensión. Si bien no cuenta con un respaldo específico de autoría o fuentes de información concretas, la fecha de publicación pareciera ser del 2016, es decir, bastante actual. Allí se indica que un anteproyecto “son los dibujos o planos principales que conforman el corazón o el centro de un proyecto arquitectónico”, cuyo fin práctico es “darnos paso y ayudarnos a cumplir uno de los requisitos fundamentales en el proceso de adquisición de una licencia de construcción y es: El plano de permiso para construcción” (Arquinétpolis, 2016).

Si bien este blog no es exclusivo sobre nuestro país, y mucho menos sobre nuestra provincia, por lo que oportunamente se aclara que existen diferencias entre las imposiciones públicas y municipales, pareciera no quedar claro si el anteproyecto debe servir a la municipalidad o a la propia construcción; al proveniente proyecto o al oportuno entendimiento del comitente y, quizá, termine omitiendo cuestiones propias de la arquitectura -nexo fundamental entre el primer croquis y la ulterior materialización de la obra- haciendo énfasis en la funcionalidad del edificio que, a nuestro entender, se deberían apuntar y especializar en la etapa de proyecto. La segunda fuente por citar fueron los colegios profesionales, buscando algún tipo de esclarecimiento sobre los límites entre cada etapa. Fueron consultados el CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo), CAPBA (Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires) y su equivalente en la provincia de Entre Ríos. El primero de ellos contiene un apartado que enlista el marco legal básico, incluyendo un enlace al Código Civil y Comercial, de ética y otros decretos aislados, pero en ninguno de ellos se menciona esta materia en particular.

El segundo, que, a diferencia de las incumbencias en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, está dividido en diferentes colegios o distritos zonales e independientes, introduce al anteproyecto dentro de las prestaciones profesionales del arquitecto, como “conjunto de plantas, cortes y vistas, estudiados conforme a las normas legales y reglamentarias vigentes o, en su caso, conjunto de documentos gráficos y escritos necesarios para dar una idea general de la obra en estudio. El anteproyecto deberá acompañarse con una memoria descriptiva, con un relato sintético del fundamento de la solución propuesta y, un presupuesto global estimativo” (Fontana, H. 2011).

Aproximándonos a una perspectiva local y nacional de lo que nos exige un anteproyecto, la principal diferencia con la fuente anterior es la exclusión del enfoque sobre las particularidades de las instalaciones -principalmente sanitarias- el agregado de una memoria descriptiva y, más importante aún, un presupuesto global estimativo. Estaríamos apuntando entonces a determinar la calidad constructiva de nuestra obra, aproximarnos a los detalles menores que la harán más o menos confortable, a todo aquello que el poder público nos demande y demás cuestiones estéticas que dialoguen con las decisiones de atractivo para el comitente y nos permitan avanzar en nuestro ejercicio.

Por último, nuestra provincia vecina entra al tablero puesto que la incumbencia de su matrícula es, a excepción de las regiones afectadas por sismos, nacional. El CAPER, o Colegio de Arquitectos de la Provincia de Entre Ríos, hace mención del anteproyecto en su calculadora interactiva de honorarios, dentro de la Definición de Tareas Profesionales. Basándose en la Resolución N° 407, del año 1999, del mismo organismo, donde define esta etapa como “los croquis en escala conveniente y en relación con la tarea encomendada, para dar una idea general de la obra.” (2009).

Es interesante, por un lado, que se lo considere dentro de un simulacro de honorarios, es decir, que se le brinde un peso propio como materia de ganancia monetaria para el profesional, discriminándolo de los croquis y el proyecto. Pero por otro, la definición, comparada a las otras dos, es tan acotada que deja librado al anteproyecto como un mero nexo entre el croquis y el proyecto, aquello cuya finalidad es sólo la de dar una idea general de la obra. Lo relativo a la aprobación municipal es, para esta provincia en particular, incumbencia de la primera etapa del proyecto, definida como “conjunto de elementos (planos, memoria, etc.) que definen con precisión el carácter y finalidad de la obra y que a su vez permitan ejecutarla.” (CAPER, 2009).

Finalmente, el Art. 45 del Decreto-Ley 7887, completa y dictamina a un anteproyecto. “[…] Conjunto de plantas, cortes y elevaciones, estudiados conforme a las disposiciones vigentes establecidas por las autoridades encargadas de su aprobación o, en su caso, el conjunto de dibujos y demás gráficos necesarios para dar una idea final de la obra en estudio. El anteproyecto debe acompañarse de una memoria descriptiva, escrita o gráfica, y de un presupuesto global estimativo. Cuando se trate de exposiciones se presentará además un cálculo de explotación” (1955).

Siendo prácticamente la versión completa de aquella cita sobre las prestaciones profesionales que describe CAPBA, es notorio que como prioridad, estarán aquellos planos que se ajusten a las disposiciones legales vigentes y luego, los dibujos y elementos necesarios para dar una idea conclusiva del edificio, quedando liberado que sean o no comprensibles o amigables visualmente para el comitente, más que para los profesionales intervinientes.

Haciendo una comparativa, o agrupación de argumentos a disponer frente a un potencial debate, la información fácilmente alcanzable para un cliente curioso nos dejaría en desventaja, si tuviéramos que ampliar la entrega de planos a especificaciones y cuestiones funcionales como las instalaciones y gráficas “no tan técnicas”; y en ventaja -o no- si no incluyéramos una memoria descriptiva o un presupuesto global, tomándolo como una estrategia para ahorrarnos estas encomiendas-tiempo con clientes cuyas definiciones sobre asuntos que afectan directamente a la obra se ven frecuentemente dificultadas; o si hablamos de profesionales de dudosa ética, claro…


Alejandramayo 19, 2021
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5min1011
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Como primera etapa de cualquier proyecto, cuya definición será tratada luego, y como fruto de las primeras reuniones con el comitente, existen los primeros esbozos, ideas y conceptos que disparan todo aquello que definirá la documentación posterior: Los croquis. Es fundamental que estos dibujos o esquemas sean claros para el cliente, a la vez que nos proporcionen pistas fundamentales sobre qué quiere y cómo lo imagina -buscando determinar un programa completo de necesidades-, y a partir de lo cual, será nuestra pronta tarea dejar claro cuáles son los límites físicos y económicos a los que se adaptará para llevar a cabo sus requisitos, y demás conversaciones ineludibles que luego nos ahorren malos entendidos o correcciones sobre planos de mayor complejidad, por ende, mayor tiempo-dinero.

Se podría decir, que los croquis resultan indispensables para conocer y comprender la vasta red de pensamientos que el comitente tiene sobre la estética, la finalidad y funcionalidad del edificio, sus intenciones, costumbres de uso, sus gustos, etc. Pero acaso representan algo muy particular y bien definido por el código que los rige. Según el artículo 44 del Decreto-Ley 7887, son croquis preliminares aquellos “[…] Esquemas, diagramas, croquis de plantas, de elevaciones, o de volúmenes, o de cualquier otro elemento gráfico, que el profesional confecciona como preliminar interpretación del programa convenido con el comitente. Se entiende por Guión la relación escrita acompañada de esquemas, que expresa el concepto de la exposición, su lema fundamental y finalidades, e indica la forma de expresión y la correlación de los tópicos, sintetizando las leyendas correspondientes”.

En paralelo, nos encontramos con los avances tecnológicos y de fácil acceso a toda la población a través de internet, redes sociales, etc. Dentro de ellos, el mundo del render se fue abriendo paso firme por sobre los diseños manuscritos, prometiendo proyectos que, de no ser tratados con el cuidado que requieren, pueden terminar en una decepción para el comitente. Aquí, es interesante preguntar si un render califica como croquis o no. En el cuarto capítulo del libro “La nueva sociología de las artes: Una perspectiva hispanohablante y global”, su autor explica que, a diferencia de los croquis, el render es un elemento de comunicación visual fotorrealista sobre una obra que aparenta estar acabada en todo su esplendor (Morató, A. 2017), es decir, que requiere del tiempo y la dedicación a la elección de los elementos, materiales, componentes y detalles. Ítems que, según el código, debieran ser preliminares y no definitivos.

Como contrapartida, tampoco se puede negar que las nuevas generaciones de proyectistas, cadistas, dibujantes y todos aquellos empleados en los Estudios para desarrollar estas tareas, cuentan con una mayor facilidad para manejar programas creadores de renders -y lo mismo aplica si es necesario realizar modificaciones rápidas mientras se da lugar a una reunión con el comitente- que para utilizar lápices, tintas y papeles. Evidentemente, también podríamos encausarnos por el camino de la ecología, demandantes de un menor gasto de papel; de la economía, puesto que los elementos necesarios para este arte en ocasión no son asequibles, aspecto que también se puede adjudicar a las licencias digitales, etc.

Dejando a un lado el hecho de que el tiempo necesario para ejecutar ambas alternativas depende, casi exclusivamente, de la capacidad de su creador, tanto para graficar lo que el comitente demanda como para realizarlo con éxito, sin caer en una obra abstracta o que no cumpla el mero fin de ser comprendido por alguien que no es experto en la materia, tampoco podemos olvidar que el render abarca muchas de las decisiones que rozan -e incluso cruzan- los límites hacia el anteproyecto, convirtiéndolo en un arma de doble filo en materia legal.


Alejandraabril 28, 2021
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6min796
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

El Director de proyecto es responsable por la gestión y ejecución de una propuesta que responda a los requerimientos acordados con su comitente. Adquiere responsabilidades civiles y penales ante dicho comitente y terceros, más responsabilidades administrativas ante los poderes públicos. Los comitentes suelen ser muy exigentes con respecto a los servicios profesionales que contratan y cuando se sienten perjudicados por errores, omisiones o incumplimientos del DP no dudan en presentar sus reclamos e iniciar demandas por daños y perjuicios invocando “mala praxis” del profesional. En estos casos el DP deberá recurrir a letrados, contestar demandas, abonar honorarios y gastos, perder tiempo, soportar preocupaciones, y si no resuelve satisfactoriamente el conflicto, afrontar el pago de compensaciones económicas.

La disposición 1.2 del Código de Ética establece: “Es deber primordial de los profesionales respetar y hacer respetar todas las disposiciones legales y reglamentarias que incidan en actos de la profesión. Es también deber primordial de los profesionales velar por el prestigio de la profesión”. El DP que en su proyecto ignora o transgrede disposiciones del Código de planeamiento o del Código de Edificación de la CABA, incurre en falta y cuando la misma es detectada por las inspecciones oficiales que controlan el avance de la obra, seguramente, será pasible de sanciones administrativas. Si además, la reparación de la falta implica demoliciones, motiva graves consecuencias para el propietario quien seguramente lo demandará por daños y perjuicios. No disminuye la responsabilidad del DP el hecho de que la transgresión haya sido motivada a pedido o por exigencia del propietario. Por el contrario, en estos casos quebranta la disposición 2.2.10 del Código de Ética, el cual establece: “Oponerse como profesional y en carácter de consejero del cliente, comitente o mandante, a las incorrecciones de este en cuanto atañe a las tareas profesionales que aquel tenga a su cargo, renunciando a la continuación de ellas si no puede impedir que se lleven a cabo”. En este supuesto el DP debe advertir a su comitente la transgresión que ello implicaría y si este insiste, renunciar al encargo y desligarse de su condición de Director de Proyecto, y si ya ha suscripto los planos oficiales como proyectista, a desligarse en el expediente en calidad de tal. El Director de proyecto es responsable por la gestión y ejecución de todo el proyecto en general y de cada una de sus etapas en particular. Debe tener en cuenta que será responsable por:

 

  • Las fallas, incumplimientos, errores u omisiones propios y por los incurridos por otros profesionales, arquitectos, especialistas, operadores de diseño asistido, dibujantes y personal auxiliar en quien delegue tareas, lo que no aminora su derecho de repetición ni las responsabilidades compartidas que puedan existir con otros profesionales.
  • El encuadre del proyecto, como ya se ha mencionado, dentro de las disposiciones de los Códigos de Planeamiento y de Edificación y los reglamentos técnicos vigentes.
  • El cumplimiento del o de los plazos comprometidos para la ejecución del proyecto
  • La ejecución de documentaciones completas e integradas, sin errores u omisiones, tanto en sus elementos generales como particulares, gráficos y escritos, conformando cuerpos de alcance unificados e idóneos.

 

Para asegurar el cumplimiento de las obligaciones que figuran precedentemente, se recomienda:

 

  • Comprobar que la documentación de proyecto comprenda, salvo casos justificados, los elementos gráficos y escritos necesarios y suficientes.
  • Adoptar los procedimientos señalados en el documento Planilla para chequear tareas y gestiones en relación con proyecto y dirección emitido en el MEPA.
  • Extremar los cuidados en la fijación de las cotas en los planos y en su posterior revisión.
  • Cuidar que las especificaciones técnicas y la planilla de locales mantengan una total y ajustada correlación entre sí y con los planos, planillas y restantes elementos de la documentación de proyecto.
  • Adoptar precauciones en obras por contratos separados, para fijar con precisión los alcances y limitaciones de cada contrato.

Alejandraabril 16, 2021
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6min518
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Aquellos quienes ostentan la decisión e iniciativa para crear una nueva pequeña empresa, son los emprendedores. Se trata de personas con la capacidad de descubrir o identificar algún tipo de oportunidad de negocios, y en base a ello, organizar una serie de recursos con el fin de darle inicio a un proyecto empresarial. Este término proviene del siglo XVIII, en los inicios del capitalismo industrial. El economista anglo-francés Richard Cantillon fue el primero en usarlo, para nombrar a quien “paga un cierto precio para revender un producto a un precio incierto, tomando decisiones acerca de la obtención y el uso de los recursos, y admitiendo el riesgo inherente al emprendimiento”. En ese entonces, no había mayor diferencia entre ser emprendedor, empresario o comerciante. Conformarse como emprendedor no es una tarea fácil, pero también, genera una gran satisfacción permanecer al mando del propio negocio, verlo crecer y hacerse realidad, sumado a poder elegir en qué y cómo trabajar, la forma de administrar el tiempo y la manera de responder a las dificultades, y muchas veces, la satisfacción personal que se recibe, es mucho mayor respecto de la retribución económica.

Como emprendedor es necesario encontrar una oportunidad de emprendimiento, la cual debe ser económicamente atractiva y generar algún producto o servicio atractivo y de valor para el futuro cliente. Ello implica mucho más que tener una buena idea, sino que implica poseer ciertos rasgos en la personalidad que ayuden a esta tarea, como la creatividad, la capacidad de tomar riesgos (económicos, personales y emocionales) y la capacidad de liderazgo.

Cabe destacar un grupo de personas que se caracterizó por contar con gran número de emprendedores, la generación Millenials, que está conformada por aquellos nacidos entre los años 1981 y 2000. Esto se debe a la mayor escolaridad con más altos grados académicos que caracterizan a esta generación, junto con un nivel mucho más alto de endeudamiento y tasa de desempleo en comparación con las generaciones anteriores. Podríamos decir que no cualquiera nació para ser emprendedor, y podemos enumerar ciertas características de la personalidad muy importantes para definir a una persona “emprendedora”:

 

Capacidad de asumir riesgos: Principalmente, porque al decidir ser emprendedor se está renunciando a la seguridad de un salario mensual fijo. Por otro lado, debe ser capaz de asumir riesgos y superar los retos que el desarrollo de un proyecto pueda generar.

Pasión: Los emprendedores deben conectarse con sus motivaciones personales. Son ésas las que desean convertir en una realidad.

Visión: Un emprendedor debe tener capacidad de proyección a futuro para poder identificar y aprovechar la aparición de oportunidad.

Confianza: La incertidumbre en un emprendimiento suele estar muy presente. Por ello, un emprendedor debe tener confianza en sí mismo y en su visión, ya que a menudo las cosas no saldrán como él las había planificado y en estos momentos es muy fácil poner en duda la viabilidad de nuestra visión.

Perseverancia: La perseverancia es una cualidad innata en todo emprendedor, ya que en muchos casos o quizá en la mayoría, las ganancias no llegan en los primeros meses, sino tiempo después de comenzado el emprendimiento.

Liderazgo: Manifestará la capacidad de incentivar a su equipo de trabajo y contagiarles de su pasión. Será un ejemplo para seguir y un conductor hacia el camino de la realización.

Honestidad: Los emprendedores deben creer lo suficiente en sus sueños, como para no arruinarlos incursionando en prácticas deshonestas, que luego le brinden mala fama al proyecto o le cierren puertas importantes.

Innovación: En un mundo tan cambiante y veloz, los emprendedores deben tener un ojo abierto para lo nuevo, y permanecer alertas a los cambios que se dan en la cultura empresarial, social o política de su incumbencia, las nuevas influencias, las tendencias, etc.

 

Más allá de la retribución personal, los emprendedores también necesitan generar dinero creando un negocio rentable, que permita recuperar el capital invertido, generar un ingreso por el tiempo aplicado, compensar el riesgo asumido al encarar la iniciativa del proyecto empresarial y recibir un dinero para llegar a fin de mes…


Alejandramarzo 30, 2021
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4min817
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Teniendo en consideración que los objetivos centrales del LC son minimizar el desperdicio físico y de proceso; mejorar la generación de valor para el cliente, se puede decir que existen cuatro mecanismos principales sobre cómo interactúan LC y BIM. A través de estos se observa que, para obtener todos los beneficios de BIM, se requieren procesos Lean sistemáticos, junto con una cuidadosa gestión del modelo de información.

La detección de conflictos o interferencias proporciona un ejemplo de esta contribución. Esto se produce cuando los modelos de las diferentes disciplinas (arquitectura, estructuras e instalaciones) se juntan y se examina en búsqueda de conflictos físicos (intersección de la geometría de dos objetos) o de espacio libre (intersección de la geometría de un objeto en un espacio libre correspondiente para otro objeto). Una vez que se encuentran los conflictos, los proyectistas podrán corregir los problemas y reiterar los modelos hasta liberarlos de conflictos. De esta forma, se ahorra gran cantidad de tiempo y dinero que, de no realizarse virtualmente, se desperdiciaría en retrabajos o retrasos.

La utilización de BIM durante la fase de construcción ejemplifica el punto. La planificación colaborativa constituye una de las funciones principales de LC, teniendo como característica obtener una comprensión más profunda de las actividades planificadas de antemano. Cada vez es más complicado para las partes interesadas visualizar la tarea y la secuencia del proceso, principalmente, en proyectos complejos con complejas redes de instalaciones. Mediante el uso de herramientas BIM como la planificación 4D, donde un modelo 3D está vinculado al plan del proyecto y simulado para ejemplificar las actividades durante un determinado período, el equipo adquiere una comprensión mucho más profunda en comparación con el uso de los planos en 2D.

Otro ejemplo se relaciona con la visualización de estos modelos de diferentes disciplinas en forma conjunta desde la etapa inicial del diseño conceptual. Esto permite que los clientes y usuarios finales brinden su opinión y que los proyectistas comprendan de una mejor forma los requisitos del cliente, pudiendo adaptarlos a las diferentes etapas del proyecto. Esto contribuye directamente a los principios del LC de minimización de residuos y generación de valor. Sin embargo, para que esto suceda, es fundamental la participación temprana de las partes interesadas en el proyecto.

Los modelos de análisis para la gestión de costos o la huella de carbono son ejemplos de esto. Estos modelos llevan a cabo cálculos útiles y de valor agregado que, con dibujos 2D, eran complicados de realizar. Para obtener el beneficio completo de estos cálculos, puede ser necesario modificar el proceso de diseño para que la posibilidad de mejoras en el diseño a través de la iteración rápida se pueda efectuar con la práctica del diseño. El entorno de LC facilitará la introducción e implementación de tecnologías basadas en BIM y mejorará su efectividad. Esto es especialmente relevante durante la adopción estratégica inicial de una nueva tecnología que se aplica dentro del ciclo de vida de un proyecto.

 


Alejandramarzo 5, 2021
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5min596
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Lean Construction (en adelante, LC) se define como una manera de diseñar sistemas de producción con el objetivo de minimizar el desperdicio de materiales, tiempo y esfuerzo a fin de generar la mayor cantidad posible de valor. El concepto fue introducido por Lauri Koskela en el año 1992, tomando como base el modelo aplicado por la industria automotriz en la década de los ‘80, la “producción Lean”. Koskela propone que la construcción es un sistema de producción fundado en proyectos con gran incertidumbre en la planificación y una mala concepción de la producción, que es vista solamente como un modelo de transformación. No existe una definición común para LC, pero para un mejor entendimiento de él, Peluri, Aapooka y Haapasalo (2012) lo dividieron en tres partes: Los principios y la cultura, las prácticas y las herramientas y métodos del LC. En cuanto a los principios y cultura: El cliente siempre es el potencial del proyecto. Ante él se deben especificar claramente el valor para alinear todas las actividades para un producto a lo largo de un flujo y hacer que el valor circule sin problemas hacia la atracción del cliente buscando la perfección. En cuanto a la mejora continua (kaizen), se deberá eliminar el desperdicio que no agrega ningún valor al trabajo y, al mismo tiempo, generar mejoras continuas de las actividades. LC tiende a arribar a un profundo respeto hacia las personas que trabajan en la obra, un aspecto esencial, junto con su desarrollo y empoderamiento. Se debe hacer uso del conocimiento y de las habilidades de las personas. Esto aumentará su motivación y ayudará a que se sientan más involucradas.

Entre los aspectos prácticos mencionamos: Eliminación de desperdicios, desniveles y sobrecargas. No debe registrarse una variación de productos y procesos. El inventario debe ser mantenido al mínimo. Una cultura donde las nuevas prácticas sean bienvenidas conforma un prometedor concepto. La estandarización ahorrará tiempos, y a largo plazo, será un factor competitivo. La gestión visual utilizará opciones más atractivas de comunicación, con el fin de aumentar su uso en la organización. El objetivo es crear una estructura transparente donde los errores sean detectados a tiempo.

Al utilizar personal calificado, las ventajas de LC se establecerán en una etapa temprana. Pueden utilizarse diferentes herramientas como el despliegue de la función de calidad (QFD), la ubicación conjunta de los interesados en el proyecto y la participación de los proveedores. Las herramientas que pueden ser utilizadas para simplificar el trabajo en LC son, por ejemplo: BIM, Sistema Last Planner y Contratos Relacionales. LC busca la excelencia a través de un proceso de mejora continua en la empresa, que consiste fundamentalmente, en minimizar o eliminar todas aquellas actividades que no añaden valor a través de la optimización de recursos y la maximización de la entrega de valor al cliente, para diseñar y producir a un menor costo, con mayor calidad, más seguridad y con plazos de entrega más cortos, dentro de un marco ecológico con el entorno.

Se intenta alcanzar estos objetivos en todas las fases del ciclo de vida de un proyecto de construcción, contando con todas las partes intervinientes y participantes en el mismo.


Alejandrafebrero 10, 2021
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Por el Arq. Gustavo Di Costa

Editor de Revista ENTREPLANOS

 

Al destacarse las características de un buen Jefe de Obra precisamos primero discernir dos tipos de conocimientos fundamentales que hagan a una persona desempeñarse bien en su trabajo y liderar personas. Las mismas son: Conocimientos técnicos o competencias duras de la profesión y conocimientos al momento de saber cómo liderar un equipo de trabajo, trabajar en equipo, planificar tareas y hacerlo de manera eficiente. A todas esas cualidades las llamamos “competencias blandas”.

Al momento de seleccionar a un competente Jefe de obra, en una entrevista de trabajo, se pueden relevar muchos conocimientos técnicos, e incluso, formular una evaluación práctica en dicho proceso, pero claramente, de una evaluación al trabajo en sí mismo en el lugar de obra, pueden detectarse diferencias. Algunas de las tareas técnicas de todo Jefe de Obra serán, planificar las tareas: Un buen líder de obra debe caracterizarse, en primer lugar, por planificar una obra desde cero, demostrando conocimientos técnicos de suelo, análisis del contexto barrial y urbano, implantación donde se levantará cualquier edificación, materiales a utilizar, técnicas de materialización. Es decir, demostrar que es un experto en su quehacer. Todo ello, le brindará, por un lado, confianza y esa confianza le facilitará el trabajo en obra, ya que será el canal de consulta de sus trabajadores, otorgándole así reconocimiento a su sapiencia. Además, al demostrar conocimientos en construcción y materiales, beneficiará adoptar el producto más adecuado para cada obra, generando así un ahorro sustancial en el presupuesto a invertir en la construcción.

Además, un destacable Jefe de obra sabrá organizar el trabajo. Una correcta asignación de tareas a los empleados garantizará dos aspectos. El primero, la inexistencia de superposición de tareas y competencias internas, mal uso del tiempo y la generación de conflictos internos. La segunda, asegurarse que cada uno sabe lo que tiene que hacer y responsabilizarse por ello. En cuanto a los contratistas, garantizar que el tiempo de labor se cumpla, caso contrario, generará más gastos de los planificados.

También, un óptimo Jefe de obra deberá controlar la seguridad e higiene del trabajo. En este caso, todo trabajo deberá cumplir con el cuidado y seguimiento de la Ley de Higiene y Seguridad en el Trabajo Nº 19.587, la cual establece todas las normas técnicas que debe seguir un empleador en la República Argentina para salvaguardar la integridad física de sus empleados. La misma, cuenta con varias directrices de actuación que determinan: Elementos de protección personal adecuados según el trabajo que realizará el empleado; Señalización a instalar en todo medio donde se vaya a desenvolver la tarea; regulaciones que se deben cumplir para garantizar la protección del trabajador; acciones a llevar adelante en caso de sufrir incidente o accidente laboral; ente de control y protección del empleado en caso de accidente de trabajo (ART); multas que puede sufrir el empleador por incumplimiento; entre otros puntos.



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