Entreplanosseptiembre 30, 2019
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El interiorismo conforma una disciplina directamente emparentada con la arquitectura, pues se encarga del diseño espacial de manera que los espacios interiores proporcionen belleza, confort y utilidad, adaptándose a determinadas necesidades. Cuando se trata de diseñar un espacio comercial, el interiorismo cumple una función específica de vital importancia; la de atraer al cliente y proporcionarle una positiva experiencia de compra.

Una particularidad específica del interiorismo como medio publicitario radica en que éste no es opcional. Un comerciante puede decidir si insertar o no un anuncio en la prensa. Sin embargo, no podrá prescindir del diseño de su local. A esta circunstancia vale añadirle el hecho de que, en su definición del contexto, el interiorismo afecta a todos los clientes del local, determinando por ello gran parte de las ventas. En este sentido, el interiorismo posee una función bien definida: Despertar el deseo de compra. Las técnicas comunicativas del interiorismo utilizan recursos visuales, tales como la interrelación de colores, iluminación, composición, armonía, entre otros. Sin embargo, al igual que sucede en  las artes visuales, la repetición conduce a la monotonía y el desinterés, por ende, es preciso concebir el diseño de interiores como una labor transitoria la cual demanda periódicas transformaciones. Por lo visto, podemos decir que el interiorismo, como medio comunicativo, exige:

  • Adecuación a un fin práctico.
  • Originalidad y expresividad.
  • Innovación y renovación.

Los objetivos generales del diseño de interiores resultan ser complementarios con los que cumple una vidriera. Si sobre ella recaen, principalmente, las tareas de despertar la atención del cliente y provocar el interés, el interiorismo ha de inducir a la compra y el convencimiento. Junto con los citados objetivos generales, existen otros más concretos los cuales prescinden de todo diseño de interiores:

  1. a) La confortabilidad del cliente.
  2. b) La facilidad de acceso a cualquier zona del local comercial.
  3. c) La funcionalidad de las instalaciones, tanto para el aprovechamiento espacial como para su limpieza.
  4. d) La existencia de elementos necesarios en el negocio (cámaras, mesas, probadores, etc.).
  5. e) La facilidad del traslado de artículos en la reposición de las mercaderías.

El tratamiento del espacio en un establecimiento comercial guarda relación con dos elementos presentes en este tipo de locales: Los artículos que se venderán y la unidad de conjunto. Atendiendo a esos dos factores condicionantes, es factible proyectar una distribución espacial en la cual se brinde un correcto aprovechamiento de las posibilidades del local. Cuatro son las zonas básicas de un comercio:

Zona de exposición: Está formada por la vidriera y los expositores interiores del establecimiento (estanterías, vitrinas, mostradores, etc.). Estos puntos espaciales presentan una importancia estratégica, pues en ellos recae el peso de la ya comentada atracción del cliente.

Zona de venta directa o espacio público: Conforma el espacio destinado al tránsito del cliente. Se proyecta en relación a la implantación del surtido y al recorrido óptimo del cliente. Se trata de facilitarle el recorrido por el local y la visibilidad de los distintos productos.

Zona de almacenamiento: Dedicada a almacenar las mercancías que todavía no están en la zona de venta. Entre el depósito y el área de ventas, existirá un acceso fácil, especialmente, si el tránsito entre  las dos áreas es continua (como por ejemplo, una zapatería).

Zona de gestión: En ella se llevan a cabo las labores administrativas y se resguardan los libros de contabilidad, las facturas, los catálogos, la documentación relativa a los pedidos, las computadoras, etc.

La creación de estos cuatro espacios debe adaptarse al tamaño y la configuración del local. De igual forma, la distribución de los elementos y su ordenamiento en el espacio, han de concebirse de acuerdo con un óptimo itinerario del cliente. Recordemos, como ya expresamos, que el interiorismo tiene como objetivo general inducir a la venta, acto donde los protagonistas directos son el comprador y el artículo (resultando el vendedor un mediador entre ambos).



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