Cada vez más españoles eligen vivir en casas levantadas en naves y transportadas después al lugar donde desean residir. Son más eficientes, aunque no tan baratas como parecen.
José Ignacio lleva dos años viviendo en una casa prefabricada. Cuando él y su mujer pensaron en mudarse de un pequeño pueblo de Burgos a la capital de la provincia, nunca se les pasó por la cabeza hacerlo en una casa que no fuera “tradicional”. “Todo el mundo tiene el tópico de que este tipo de casas son peores, y a mí me preocupaba especialmente el frío”, explica.
Sin embargo, cada vez que se acercaban a la ciudad para visitar inmobiliarias, pasaban por un polígono con este tipo de viviendas. “Al final, un día por curiosidad decidimos entrar, y nos convenció”. Los únicos requisitos que tenían era que fuera unifamiliar y de una sola planta, por aquello de que la edad y las escaleras no son buenas compañeras. A partir de ahí, empezaron a planificar sobre una base la casa que querían construir. “De lo primero que nos enseñaron al proyecto final no hay ningún parecido”, recuerda ahora.
Solo seis meses pasaron desde que cerraron el proyecto hasta que la vieron construida. Pero no estaba en su lugar definitivo, si no en una gran nave industrial, donde se había levantado. “Cuando la ves acabada pero dentro de una nave, parece que es una broma, estamos acostumbrados a ver los cimientos, la estructura, cómo se va haciendo… Y esto es raro pero también divertido”.
Finalmente, tres camiones transportaron lo que sería su futuro hogar. Tres piezas que los operarios engancharon y cubrieron con una cuarta, el tejado (como pueden ver en el vídeo bajo estas líneas). Hasta los muebles de la cocina venían ya instalados de la fábrica. En cuestión de pocos días, todo estaba listo en su nueva casa, donde llevan tres inviernos y donde el frío, por cierto, no es problema gracias a una estufa de biomasa. “La verdad es que nunca les creí, pensé que iba a ser mucho más fría que una ‘normal’, pero hasta ahora hemos estado perfectamente, solo me arrepiento de no haberla pedido un poco más grande”, bromea.
El triple en dos años
La demanda de casas prefabricadas es cada vez más habitual en España. En los últimos tres años la compra de este tipo de viviendas se ha triplicado, según datos de Habitissimo, el portal de reformas ‘online’ que aglutina a 94.000 profesionales de la construcción. De poco más de 2.000 en 2015 han pasado a 7.000 en 2017. “Está creciendo sobre todo por tres razones: son más baratas, la construcción es más rápida y permiten ampliaciones porque son modulares”, explica Jordi Ber, CEO de la compañía. En Eurocasa modular, la empresa de Burgos que construyó la casa de José Ignacio, han construido 400 solo en el último año.
El concepto está extendido en países como Estados Unidos o Canadá, donde los paisajes de casas de madera son habituales. En España, sin embargo, ha existido tradicionalmente rechazo a este tipo de construcciones: “Muchos tenemos todavía la imagen de la casa de madera de poca calidad, y este mundo ha cambiado muchísimo en los últimos años, tiene todas las opciones disponibles de diseño”, explica Ber.
Por fuera, nada diferencia a una casa tradicional de una prefabricada; de hecho ya las hay de piedra, hormigón o ‘containers’ de acero. Lo único que las distingue es la manera en que se construyen. En lugar de hacerse ‘in situ’, las piezas se construyen en una fábrica, lejos de las inclemencias medioambientales y con un mayor control de todos los procesos. Las paredes, los tejados e incluso habitaciones enteras se hacen en una fábrica y luego se llevan a su destino final, donde necesitan una base de hormigón y los mismos permisos que una de obra. Allí se juntan las piezas como un lego y se fijan. Porque aunque lleguen en camiones, no son casas movibles a antojo, aunque sí se puedan desmontar y volver a montar en otro sitio que cuente con la estructura adecuada.
¿Más baratas?
El precio medio de estas construcciones industrializadas está entre 800 y 1.000 euros el metro cuadrado, mientras que las tradicionales oscilan entre los 1.300 y 1.600, sobre todo por la estandarización de sus procesos y producción a gran escala. Esta diferencia económica es la principal baza que utilizan las empresas de casas prefabricadas para promocionarse, pero hay que tener en cuenta otros costos. A José Ignacio, por ejemplo, su casa de 70 metros cuadrados con dos habitaciones y dos baños le costó unos 90.000 euros, pero comprar el solar le costó otros 80.000 euros. También hay que considerar las canalizaciones o excavaciones en el terreno donde se va a asentar.
Fuente: El Confidencial