Las infiltraciones de aire y la falta de estanqueidad de una caja arquitectónica pueden llegar a representar pérdidas significativas cuando se trata de grandes superficies expuestas, por lo tanto, resulta aconsejable la utilización de sistemas aislantes térmicos capaces de mejorar la performance de los edificios.
En la actualidad, hemos escuchado mucho hablar de productos que cuidan del medio ambiente mediante el reciclaje de algunos de sus desechos; logrando verdaderos ahorros de inversión. También se conceptualizan organizaciones las cuales, sin buscar mejoras económicas, nos capacitan acerca de los recursos no renovables. Esta toma de conciencia se desarrolla en forma contundente y merece nuestra completa atención. Temas tan lejanos como el agotamiento de las reservas y la conservación de la energía, no necesariamente derivan en incrementos económicos en nuestras obras, si ellas son concebidas desde su inicio con una verdadera política de ahorro energético. Los “sistemas de conservación pasiva”, si bien no representan grandes costos, demandan por parte del profesional un cabal conocimiento de los materiales y sistemas constructivos.
Realizando un buen diseño de nuestras obras, más una correcta utilización de los recursos, podemos contribuir con el ahorro energético. La correcta orientación del edificio; en función del sol y el viento, logran que desde el mismo proyecto se ubiquen los servicios al Sur. Así se evita un consumo energético extra en invierno derivado en la calefacción de dormitorios, sala de estar y otros locales mal orientados, los cuales sufren gran cantidad de pérdidas de calorías, verificadas al desarrollar el balance térmico. La forma de la planta del edificio implica una gran incidencia energética, puesto que la geometría cuadrada -por ejemplo- resulta ser mucho más eficiente. Se optaría, de ser posible, por un desarrollo rectangular con su eje en la dirección Este-Oeste y su fachada mayor dispuesta hacia el Norte.
Como podemos apreciar, no existe en muchos casos ningún tipo de inversión extra en nuestro presupuesto, pero una correcta disposición del edificio y sus locales derivan en apreciables ahorros energéticos futuros a lo largo de la vida útil de la obra construida.
El tipo de cerramiento elegido conforma otro de los factores determinantes a la hora de optimizar nuestros recursos energéticos. Si bien la iluminación natural resulta indispensable para colmar nuestras obras de vida, a veces subestimamos el negativo impacto de las grandes superficies vidriadas orientadas al Oeste, y en verano, totalmente inutilizadas de no ser por un buen sistema de climatización. Podemos sugerir entonces, disponer de otras orientaciones más beneficiosas o utilizar los vidrios adecuados para garantizar un razonable equilibrio de la relación diseño/costo energético.
La Transmitancia Térmica “K” (W/m2ºK) se define como la inversa de la Resistencia Térmica “R” (m2ºK/W). Su cálculo se desarrolla utilizando el método y los valores normalizados de Resistencias Térmicas y Conductividades Térmicas “X” (W/mK), indicados en la Norma IRAM 11.601 y empleando la guía para la aplicación de la misma. Se deberá confeccionar una planilla de cálculo para verificar el Coeficiente de Transmitancia Térmica “K” para cada componente de la envolvente (IRAM 11.601 tabla C.1), tanto para la condición de verano como de invierno. En esta planilla se deberá especificar cada una de las capas que conforman el cerramiento, definiéndose claramente las características de cada elemento, especificándose su espesor, su conductividad y resistencia térmica.
Actualmente, no colma expectativas el diseño de un producto arquitectónico rotulado como “sostenible”. La industria de la construcción, si desea afianzar la vigencia de sus negocios, tiene la responsabilidad -y oportunidad- de activar el circuito del cambio, empezando por sí misma, garantizando de esta manera, una positiva proyección sobre la sociedad del siglo XXI.
Escribe: Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS