Por Arq. Carlos A. Grisolía, Director de CETArq
El patrimonio histórico construido representa la manera que tenían generaciones anteriores de vivir: formas de solucionar problemas funcionales, ambientales y técnicos. Cada detalle tiene una razón de ser: la cornisa, la galería, el aljibe y el sótano.
Aprovechar las orientaciones, proveer de aleros y parasoles, construir muros macizos, generar ventilaciones cruzadas, cámaras de aire ventiladas, cubiertas con materiales opacos, porosos, que respiran (tejas, tejuelas) y que no generan reflexiones, provisión de árboles caducos que provean sombra en verano, sectores vidriados para aprovechar el sol del invierno, representan soluciones arquitectónicas pasivas que cayeron en desuso por la modernidad; sin saberlo, ya eran ecológicos y su huella era mínima.
En época de crisis medioambientales no solo hay que confiar en las mágicas propuestas tecnológicas y los nuevos productos que ofrece el mercado, sino que también es interesante y necesario dudar, preguntarnos si somos capaces de generar y proponer otras alternativas eficientes. Haciendo retrospectiva, podemos desentrañar cómo se resolvían antes los mismos problemas que tenemos ahora, y así lograr confort para el hábitat humano con menos recursos, más ingenio y conexión con el entorno.
Cambiando paradigmas
Techos verdes, jardines verticales, vidrios dobles, sistemas de climatización: nuevos productos y sistemas que nos propone el mercado para resolver los problemas térmicos en poco tiempo de manera limpia y eficiente. Pero estos sistemas exigen gran costo de producción, transporte, mano de obra especializada para la ejecución, y mantenimiento permanente. Todo esto los convierte en antieconómicos y antiecológicos.
Una arquitectura que en sus diseños autogestiona sus propios recursos energéticos y que utiliza materiales locales y nobles, genera conciencia, responsabilidad, ahorro, autonomía y sustentabilidad en el tiempo. La arquitectura sustentable con diseños bioclimáticos propone soluciones de bajo impacto ambiental, que contemplan no solo requisitos funcionales, formales y técnicos, sino también aspectos psicológicos del ser humano y su relación con su entorno natural. En este contexto de pandemia y aislamiento obligatorio es necesario replantearse cuál es el espacio vital necesario que ofrece calidad de vida a las personas. No solo los metros cubiertos cuentan: la necesidad de tierra, aire y sol es irreemplazable.
Abarcar todos estos aspectos es un gran desafío para resolver dentro de una lógica estética: implica un distanciamiento de la veloz globalización estandarizada para volver a personalizar al diseño y al cliente, llenándolo de contenidos e ideales. Buscar una identidad que se vincule al lugar de implantación, diseñando la integración y aportando nuevos valores que armonicen el hábitat humano y el natural.
Compromiso ambiental
Los recursos naturales dentro del modelo de desarrollo sustentable deben aprovecharse y gestionarse de manera responsable e inteligente para no agotarlos, y desde nuestra profesión es mucho lo que se puede aportar.
Si hablamos de eficiencia energética, tenemos tres ejes a resolver: captación, conservación y distribución del recurso (sol, agua, viento). Es posible realizar esto de manera pasiva, activa o mixta. Todo lo que se invierte en aislamiento se ahorra en energía que no se va a consumir.
Recolectar el agua de lluvia de las cubiertas no implica gran costo de ejecución, ni complejidad técnica: solo diseñar desagües conectados a receptáculos contenedores enterrados o a cielo abierto, como una piscina natural donde especies vegetales la purifican y conservan en buen estado. Una cubierta de 100 metros cuadrados recolecta 2.000 litros de agua con una lluvia de 20 mm.
Una superficie vidriada orientada al norte y con un alero, o un pequeño invernáculo nos proporciona ambientes calientes para los días de invierno. Los muros Trombe-Michel son acumuladores de calor que aprovechan la inercia térmica propia del material combinado con la captación del sol en una trampa.
Los pozos canadienses aprovechan la temperatura estable de la tierra para acondicionar por aire con gran eficiencia y economía, ya que a 2m de profundidad ésta se mantiene entre 18 y 22 grados durante todo el año.
El efecto Venturi mejora la ventilación cruzada, aumentando la velocidad y bajando la temperatura del aire con el diseño que hace circular el fluido por una especie de embudo y al pasar por una sección menor, se comprime y refresca.
Estas son algunas estrategias que llamamos “pasivas”. Están relacionadas con decisiones de diseño: la forma, la orientación, la elección de materiales y la aplicación de principios físicos para el máximo aprovechamiento de los recursos naturales, que funcionarán solos e integrados a la arquitectura sin costos adicionales.
Por su parte, los sistemas activos incluyen dispositivos de cierta tecnología: calefones y paneles solares, fotovoltaicos, accesorios como bombas, filtros, ventiladores, baterías de acumulación, que implican inversión económica y tienen una vida útil más corta que el edificio.
Son innumerables los recursos de diseño que se pueden aplicar para resolver el hábitat humano y su confortabilidad en el siglo XXI.
Tenemos la oportunidad única, como corresponsables de la construcción de las ciudades, de hacerlo con una dimensión ética, comprometida con el medio ambiente y respondiendo a las demandas actuales con creatividad, economía y eficiencia.
Colaboración: Estudio CA – SA de Arquitecta Silvia Cavallera – Arquitecto Gustavo Sanz