Cuando hablamos de la calidad como resultado de compromisos recíprocos, pensamos en la necesidad de que el conjunto de los actores del sector establezcan mecanismos capaces de asegurar que dicha calidad se logrará con el compromiso de todos. Es común que en nuestro día a día nos enfrentemos a situaciones donde tenemos que adoptar resoluciones referentes a las actividades señaladas: En el momento de cerrar una oferta para una licitación, al recibir un proyecto del estudio de profesionales, al tener que atender un pedido de insumos de una obra, al encargarle a un especialista la realización de una tarea, etc.
En cada una de las mencionadas situaciones exigimos y asumimos compromisos que, lamentablemente, no siempre se encuentran explícitos. Cuando recibimos un conjunto de recaudos para la formulación de un precio de una determinada obra de arquitectura para un cliente y efectuamos una oferta, sin que se encuentre perfeccionada la relación entre las partes, aceptamos presentar una oferta en los términos establecidos por el comitente sin haber aclarado la totalidad del contenido de los recaudos. Allí estamos asumiendo el compromiso ante nuestro comitente de realizar la producción de acuerdo con lo que él estipuló, ostentando el legítimo derecho de exigir su cabal cumplimiento, aun cuando existan definiciones poco claras o de difícil cumplimiento.
Si un proyectista nos entrega el diseño de una obra repleta de soluciones que seguramente van a dificultar su ejecución en obra y nosotros no consultamos y establecemos los criterios a seguirse para la adecuación de la solución a estándares los cuales faciliten la construcción, antes de iniciar la producción, estamos asumiendo el compromiso de realizar el trabajo de acuerdo con lo establecido. Si formulamos un pedido de materiales sin precisiones en cuanto a calidad, plazo de entrega, etc. y no efectuamos las aclaraciones pertinentes antes de concretar la compra, estamos asumiendo el compromiso de aceptar lo entregado o incurrir en gastos adicionales por tareas de descarga, carga, transporte, etc. en el caso de que lo recibido no sea lo esperado.
Cuando impartimos una orden de trabajo a un operario, asumimos el compromiso de aceptar que él entendió la instrucción recibida, y por lo tanto, aceptar el resultado de sus acciones, y él asume el compromiso de llevar a cabo la tarea encomendada tal como entendió la orden.
En esa cadena, organizada en el ciclo de la calidad del producto, donde alternadamente una vez somos proveedores (cuando entregamos un producto o un servicio) y otra vez somos clientes (cuando recibimos los efectos de la acción del proceso anterior), existen una cantidad de situaciones en las cuales, a veces sin darnos cuenta del verdadero alcance, estamos asumiendo importantes compromisos que no siempre somos capaces de cumplir. El respeto por esos compromisos implícitos, cuando las relaciones no se encuentran perfeccionadas, muchas veces es la causa de fallas en la realización de nuestros productos que se traducen en desperdicios en todas sus formas, merma en la productividad, etc.
Debemos considerar la existencia de muchas situaciones donde una vez asumido el compromiso, aunque sea en forma implícita, nada podremos hacer para volver atrás.
Cuando las relaciones entre los eslabones de la cadena se encuentren perfeccionadas y los compromisos asumidos sean explícitos, tendremos más posibilidades de materializar obras con sobradas muestras de una óptima calidad.
Escribe: Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS