Rojo, amarrillo, verde… Detenerse, esperar y avanzar. Tan elemental como imprescindible, el código de tránsito resulta inapelable y su inobservancia puede acarrear severas lesiones, cuando no, la muerte a partir de un accidente, siempre evitable. ¿Qué tal si imaginamos un semáforo encargado de regular la calidad en nuestra industria de la construcción?
Rojo: El comitente exige al profesional, justamente, profesionalismo. La frecuencia en que se incumple con el presupuesto y los plazos de obra han derivado en el deterioro de la credibilidad de los arquitectos. De esta forma, el profesional perdió reconocimiento social. El problema presenta dos aristas: Las especificaciones técnicas son pobres y existen dificultades ciertas en el empleo correcto de los materiales y elementos constructivos.
Amarillo: Cuanto mayor sea la dedicación al estudio de la documentación de un proyecto, menores resultarán las modificaciones en la etapa de ejecución y, como consecuencia, acotaremos la pérdida de tiempo y dinero
Verde: Cuando la obra se encuentra bien especificada, la construcción se torna menos aleatoria para la empresa constructora, resultando las cotizaciones más ajustadas y los plazos pasibles de un efectivo cumplimiento.
El cabal control de calidad en una obra de arquitectura se puede lograr, comenzando por lo más básico: Un listado de chequeo el cual conforma un sumario de ítems a controlar, a modo de ayuda-memoria, para la dirección de obra. Algo más complejo es el diseño de un panel de control, responsable de organizar el seguimiento de las distintas tareas a través de indicadores, por ejemplo, el comportamiento del personal o la gestión ambiental de la obra. Allí la clave radica en sistematizar los controles para aplicarlos como parámetros de referencia. Medir y cuantificar el trabajo permite organizarnos, defender las decisiones y corregirlas de resultar necesario. Durante muchos años las empresas más competitivas del sector han dispuesto de sistemas independientes para gestionar la Calidad (Sistema de Gestión de la Calidad), el Ambiente (Sistema de Gestión Ambiental) y la Prevención de los Riesgos Laborales (Sistema de Gestión del Riesgo Laboral). Actualmente, se gestiona de manera independiente la Calidad, la gestión Ambiental y la Prevención de los Riesgos Laborales. El documento que debiera regir la gestión Integrada de los tres sistemas es el Plan de Calidad para la obra, que entonces pasaría a llamarse Plan Integrado de Calidad (PIC). Las ventajas generadas resultan ser diversas pero las fundamentales radican en un ahorro económico, reducción de tiempos y capitalización de las sinergias, como por ejemplo, utilizar el mismo equipo humano (bien planificado y dimensionado) para la supervisión y gestión de la Calidad, de los aspectos Ambientales y de la Prevención de los Riesgos Laborales durante la construcción de una obra.
El Programa de Trabajos conforma un documento “vivo”, el cual debe revisarse y actualizarse permanentemente. El desarrollo de un buen Sistema de Calidad implantado en nuestra organización nos ayudará a llevar a cabo mejor los mencionados programas y sus revisiones, ya que nos aportará nutrida información y registros basados en datos reales, capaces de permitirnos contrastar la veracidad de nuestra programación de trabajos de partida (partes de trabajo, partes de maquinaria, No Conformidades e incidencias, controles de recepción y acopio, control de suministradores, control de cambios y modificaciones).
De esta manera, nuestro semáforo contaría con un aliado de valiosa actualidad, respetando los parámetros que hacen a la convivencia de los actores intervinientes en la materialización de una obra, para el efectivo cumplimiento, en tiempo y forma, de la misma.
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS