La Criolla es una pequeña comuna de poco más de 2.300 habitantes, ubicada a 185 kilómetros al norte de la capital de la provincia de Santa Fe, Argentina. En función de un fondo para obras menores que la comuna recibía anualmente, se presenta un proyecto para la primera etapa de refuncionalización de un galpón del ferrocarril como centro y espacio de producción cultural. El programa solicitado incorporaba un sector de ensayo/exposiciones, una sala/auditorio para 100 espectadores, un taller para montaje/escenografías, un sector de apoyatura con camarín y un núcleo sanitario que debía servir también a los espacios públicos adyacentes.

 

Sospechamos, por otros encargos que el Estudio llevó a cabo con anterioridad en ciudades y poblados de similares características, en distintos puntos de la ruta 11, la existencia de un elevado desarrollo del oficio artesanal local. Producto quizás, de la demora en la aparición de los procesos de industrialización, y de su estrecha relación de producción con el ámbito rural y ferroviario que, en función de la optimización de los recursos disponibles, impone criteriosamente el reciclaje y la re-utilización perpetua de las herramientas e infraestructuras pre-existentes.

Ello determina la subsistencia de procedimientos fuertemente arraigados, portadores de saberes técnicos de enorme valor para la comunidad, evidenciados en la secuencia de hornos para el carbón y el ladrillo cerámico a la vera de la ruta, y en la prosperidad del trabajo del torno, la herrería y carpintería en clave artesanal. Dada las limitaciones presupuestarias y las condiciones productivas enunciadas, se optó por restringir la diversidad de rubros y gremios de obra, concentrando los recursos en la ejecución de dos operaciones fundamentales. Por un lado, una suerte de mobiliario de madera habitable, ejecutado por el equipo de trabajo del carpintero de la comunidad, cuya materialización replica en escala los procedimientos de montaje de los muebles de bastidor y enchapado, cuyo auge en nuestro país data de la década del ´80.

 

Su disposición, abrazando la sala-auditorio, permite definir claramente la distribución del programa en una nueva condición interior, conteniendo el núcleo sanitario y los camarines, más una planta alta delegada como aula/taller, o eventualmente, haciendo las veces de auditorio para incrementar la capacidad de la sala. En el espacio remanente, en el “entre”, se desarrollan los programas de mayor afluencia de público, la sala de ensayo/exposiciones y la sala/auditorio propiamente dicha. Por otro lado, un mecanismo para definir el ingreso, para plegarlo. Una máquina “transparente”, un artilugio con reminiscencias de infraestructura ferroviaria. Aquellas que acompañan las vías, y en base a su simpleza, exponen su funcionamiento y lo hacen evidente. Su resolución sería llevada a cabo por el herrero de la comunidad, tarea que alternará en sus tiempos libres con la fabricación de modelos a escala de vehículos y maquinaria agrícola, los cuales orgullosamente, fueran expuestos en las estanterías de su taller.

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Alejandra



Auspician Entreplanos




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