El cerebro humano constituye una de las más perfectas máquinas de compleja organización a nivel de funciones y ritmo. La naturaleza ha organizado dichas funciones con un carácter sumamente sencillo. En principio, las acciones del cerebro humano quedan delimitadas y definidas por la interacción de dos hemisferios. Mientras que el hemisferio izquierdo se ocupa de las acciones lógicas (funciones motrices y analíticas), el derecho se ocupa de las funciones relacionadas con la creatividad (análisis de la imagen y las sensaciones). Ambos hemisferios cooperan entre sí, uniendo sus fortalezas e incrementando, de esta forma, nuestra capacidad para entender el mundo.
¿Cabe una comparación con el desarrollo de los aspectos creativos y técnicos de nuestro diario quehacer como profesionales del mundo de la construcción?
En principio parecería que sí. Varias veces hemos parafraseado aquella definición práctica del término Arquitectura, el cual la define como “el arte de proyectar y construir edificios”.
No resulta por ello difícil entender que el hemisferio derecho es el encargado de proyectar una determinada obra. Imagina espacialmente el conjunto y concibe las situaciones y estrategias del pensamiento de una forma total. Integra varios tipos de informaciones (sonidos, imágenes, olores, sensaciones) y los transmite como un todo. Por todo ello, el hemisferio derecho está considerado el receptor e identificador de la orientación espacial, el responsable de nuestra percepción del mundo en términos de color, forma y espacialidad.
Cuando la tarea resulta ser compleja, su contraparte, el hemisferio izquierdo, es quien la asume, ya que su especialidad es el análisis. Carlo Lodoli, matemático y clérigo veneciano, le brinda a la arquitectura el concepto de razón, cuando expresa: Los materiales deben ser empleados según sus propiedades y ser, a la vez, capaces de representar la función del edificio. He aquí la acción del hemisferio izquierdo, el cual es lógico, procesa secuencial y linealmente, forma el todo a partir de las partes, analiza los detalles, piensa en conceptos y números.
Evidentemente, se requiere de ambos desarrollos, por un lado la “jerarquía visual” del proyecto, para procesar la totalidad de la información a partir de una “síntesis”, donde se especifica el problema espacial como un todo, intentando aplicar un método de relaciones para resolver el diseño adecuadamente, y por otra parte, la debida organización de la información empleando el “análisis” para formular una consecuente materialización de la obra, a partir de la elaboración de un método capaz de resolver la matriz de detalles descomponiendo la caja arquitectónica en sus principales piezas y analizando estas una por una.
Lo importante es el aporte que cada hemisferio realiza actuando mancomunadamente para racionalizar el conjunto de experiencias. Como en la arquitectura, se requiere del análisis (la materia) y de la imaginación (el diseño).
Eugène Viollet-le-Duc, arquitecto, arqueólogo y escritor francés, nos dice: “La arquitectura es el arte de construir. Se compone de dos partes, el arte y la ciencia. El arte comprende a las reglas sugeridas por el gusto, derivadas de la tradición. La ciencia, que se funda sobre fórmulas constantes y absolutas, nos remite a la naturaleza de los materiales, al clima y a las fuerzas que sobre la obra actuarán indefinidamente”.
Por el Arq. Gustavo Di Costa
Editor de Revista ENTREPLANOS